The Walking Dead 5 – Capítulo 4 (Análisis)

Tras la brutal masacre en la iglesia del padre Gabriel, era momento de tomar un respiro con esos episodios que se dedican más a contextualizar  y adentrarse en las líneas argumentales que se desarrollan en paralelo al grupo de Rick. El capítulo anterior nos marcó el camino y ‘Slabtown’ estaba plenamente enfocado a dar respuesta a otro de los grandes interrogantes que rodeaba a los supervivientes después de que la prisión cayera: el paradero de Beth. 

La respuesta se encuentra en Atlanta, más exactamente en un hospital que para muchos podría ser una luz de esperanza en medio del apocalipsis, pero que al poco tiempo revela una oscura realidad que se vale del “bien mayor” para justificar todo tipo de atropellos. A continuación repasamos lo que nos dejó el cuarto capítulo de The Walking Dead 5, no sin antes recordar que todo lo que sigue de ahora en adelante contiene fuertes dosis de spoilers.

‘Slabtown’  nos traslada al comienzo de todo, al espejismo de la tierra prometida. Hablamos de Atlanta, ciudad completamente invadida por los caminantes donde un grupo de supervivientes liderado por la policía Dawn Lerner se refugia en el hospital ‘Grady Memorial’. En principio, parece tener buena pinta: un centro asistencial con recursos liderado por alguien al servicio de la comunidad antes de que el mundo se derrumbara. ¿Qué podría salir mal?

No pasa mucho tiempo para que Beth se dé cuenta cómo funcionan las cosas en ‘Grady Memorial’. El acto ‘altruista’ de los policías de rescatar sobrevivientes no tiene nada de bondadoso y en realidad todo se reduce a una prisión donde los civiles quedan una especie de ‘deuda eterna’ por haber sido rescatados.

El artífice del funcionamiento del ‘Grady Memorial’ es el doctor Steven Edwards quien, por salvarle la vida a un paciente que tenía pocas opciones, negoció con los policías al mando que una vez el enfermo estuviera bien, éste trabajaría en su pequeña sociedad en retribución por su tratamiento.

En ese punto es cuando empieza a cobrar más sentido el perfil de los ‘rescatados’. Personas sin contextura física sobresaliente, débiles de carácter… en otras palabras, sujetos fáciles de dominar.

A lo largo del capítulo Beth va entendiendo de la mano de doctor Edwards el retorcido funcionamiento del ‘Gray Memorial’ orquestado por la oficial Lerner, personaje que justifica sus decisiones cobardes por “el bien superior” y se hace la de la vista gorda frente a los atropellos de los policías. Lerner se aferra a la idea de que tarde o temprano alguien los rescatará y parte del éxito de mantenerse con vida depende de contar con el apoyo de sus colegas,  así estos abusen de los reclusos.

Concretamente, uno de esos villanos a los que Lerner le permite actuar a sus anchas es el oficial Gorman, un depravado y violador que abusa de su autoridad para conseguir ‘favores sexuales’ a cambio de los servicios a los que tienen acceso en el hospital.

Beth, quien había ideado un plan para escapar con Noah, otro de los sobrevivientes que se encontraba prisionero en el centro de salud y que aparentemente era de carácter dócil, demuestra que atrás ha quedado esa niña débil e insegura que alguna vez trató de suicidarse. Es por esto que no le tiembla la mano para enfrentar a Gorman y con ayuda de una zombificada reclusa cobran venganza de todos los abusos que cometió el depravado oficial mientras estuvo vivo en el hospital. 

Así mismo, la ley que impera en el ‘Gray Memorial’ obliga a personajes como el doctor Edwards a llegar a medidas extremas para seguir con vida.  Valiéndose de su condición como único doctor en el hospital, Edwards cuenta con un trato especial, alguien que es una pieza clave en ese pequeño mundo de cuatro paredes.

Pero Edwards sabe que esto puede cambiar si algún día llega otro doctor, algo que precisamente ocurre cuando los policías rescatan a una persona en las calles de Atlanta.  Contrario a lo que su ética profesional indicaba (algo que se hizo palpable cuando inconscientemente marcó las reglas que regirían el hospital), Edwards se mostró reacio a atenderlo y le dio pocas esperanzas de vida. Sin embargo, la presión de la oficial Dawn lo obligó a salvarlo.

Presa del pánico, el doctor Edwards se aprovechó de la confianza de Beth para matarlo al decirle que le suministrara la medicina equivocada. El doctor justificó su decisión poniendo como ejemplo el caso de San Pedro, quien traicionó a Jesús para evitar ser crucificado. Edwards era plenamente consciente de que esta pequeña sociedad se cimentaba bajo el precepto del “bien mayor” y con alguien que le pudiera usurpar su puesto, él dejaría de ser parte de la ecuación. 

La acción no podía faltar en el capítulo y después de muchos minutos de ponernos en contexto sobre la ‘Prisión Gray Memorial’, vemos a una envalentonada Beth que, no teniendo suficiente con noquear a Gorman, emprende una espectacular huida por los ascensores para luego volarle la cabeza a unos zombis. Mención aparte merece la facilidad con que Beth logra ‘headshots’ en la oscuridad.

Como no podría ser de otra forma, ‘Slabtown’ cierra dejando varias preguntas en el aire. Tras el frustrado escape de Beth (del que Noah sí salió victorioso pero bastante malherido), vemos a la hija menor de Hershel decidida a acabar con la vida del doctor Edwards, plan que queda en el olvido tras ver que Carol yace en una camilla completamente inconsciente.

Esto no hace más que alimentar la duda que arrastramos desde el capítulo anterior: ¿con quién vuelve Daryl a la iglesia del padre Gabriel? Jugando a la especulación, diría que Carol fue capturada por los policías. Noah y Daryl se conocen y el primero le cuenta sobre cómo son las cosas en el hospital. El menor de los Dixon lo lleva hasta Rick y se emprende una nueva cruzada para salvar a Beth de sus captores.

En cuanto al grupo de Abraham, en el próximo capítulo veremos qué les depara en su difícil tarea de llevar a Eugene a Washington y ponerle fin a la pesadilla zombi.